Cantar no es una proeza

Cantar no es una proeza


Desde que tengo uso de razón, movía los labios y nos solo para pedir comida o decir lo que pienso (la mayor parte puras incoherencias). 

Según mi mamá, desde  que podía dar mis primeros pasos hacia tantas tonterías; como subirme al lavadero de cemento donde se lavaba la ropa, me sujetaba del techo de Eternit, cogía el peine más grande y me  ponía a cantar con él (a falta de micrófono). Si el peine no estaba disponible, el cucharon hacia de remplazo o el rollo vació de papel servilleta.

Cantar para mi se volvió un juego, nunca un sueño. De hecho es una alegría personal, porque mis padres no hubiesen podido pagar clases particulares, pues creía que mi voz no era especial y hubiera necesitado mucha práctica (en realidad tengo una hermosa voz, me lo dicen a diario). 

Cuando pasé a la secundaria intente integrarme a la estudiantina del colegio, al principio me constó pero una vez logrado, inicié con buen recibimiento (conocí a varios compañeros de mi hermana, con quienes arregle cuentas años después 💪).

Tiempo después, la estudiantina se volvió extremadamente selecta  (discriminación de clases), y lo dejé. Probé suerte con los coros parroquiales, fui a dos ensayos y lo dejé.

Después de ingresar a la universidad, mi hermana me comentó que exitía un coro universitario al que podía integrarme. Acepté, me inscribí y lo intente,  los cinco años que estuve en ese pequeño salón, logré mejorar la voz.

Pero no se engañen aun no es muy bonita,  llevo 2 años y medio y la verdad es genial tener un lugar donde puede educar tu voz, y te enseñan a tocar un instrumento, ademas obtienes ciertos beneficios como no pagar matrícula.
Hoy lunes 13/06/16 hay un pequeño homenaje por aniversario de la universidad donde cantaré con mis compañeras y amigas y espero que asista mucha gente y sobre todo, agradezco que exista esta clase de personas que enseñan música.

Antes solía ponerme nerviosa pero creo que ahora ya se me ha hecho costumbre cantar frente a todos 

Psdt. El cuerpo me temblaba al ver al chico que me gustaba en los asientos del auditorio, esperando la función.
Ahora el cuerpo me tiembla, por no haber tenido el valor de gritarle que es un verdadero hijo de su madrecita 


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